En Armenia, el papa Francisco volvió a condenar el genocidio y acusó a las grandes potencias de mirar hacia otro lado

Yerevan.«El pueblo ha experimentado estas situaciones en primera persona; conoce el sufrimiento y el dolor», expresó el sumo pontífice al pisar por primera vez el pequeño país del Cáucaso.

Al pisar por primera vez hoy Armenia -pequeño país del Cáucaso que desde sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires lleva en su corazón, vista su amistad con miembros de su comunidad en la Argentina, la mayor de habla hispana del mundo-, el papa Francisco volvió a condenar con todas sus letras el genocidio perpetrado hace más de 100 años contra su pueblo, informa el diario Argentino La Nación.

Pese a que en el texto de su discurso no figuraba la palabra «prohibida», «genocidio» -probablemente evitada por la Secretaría de Estado del Vaticano para evitar ulteriores tensiones con Turquía, que lo niega-, el Papa la pronunció. Algo que ya había hecho en abril del año pasado al celebrar una misa en el Vaticano por el centenario de la masacre, desatando la furia del presidente turco Recep Tayyip Erdogan .

«En aquella ocasión se recordó el centenario del Metz Yeghern, el «Gran Mal», que azotó a vuestro pueblo y causó la muerte de una gran multitud de personas», evocó Francisco, en un discurso que pronunció en el Palacio Presidencial de esta capital ante autoridades civiles y el cuerpo diplomático. «Esa tragedia, ese genocidio, inauguró la triste lista de las terribles catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales, ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto de proponerse como objetivo la aniquilación de poblaciones enteras», dijo. El agregado a último momento de la palabra «genocidio» provocó aplausos entre los periodistas que tenían el texto sin esa palabra clave, que seguían el discurso desde la sala de prensa. Aunque Francisco fue más allá, agregando otras palabras fuertes, que tampoco estaban en el texto bajo embargo distribuido a los periodistas.

«Es tan triste, pero en este caso, como en otros (genocidios), las grandes potencias internacionales miraron para otro lado», denunció, aludiendo seguramente al Holocausto y otras matanzas masivas del siglo XX, como la de Camboya o Ruanda.

En abril del año pasado, al evocar el centenario de la matanza realizada en 1915 por los turcos al final del Imperio Otomano, en la Basílica de San Pedro, Francisco había desatado una crisis diplomática con Turquía al hablar del «primer genocidio del siglo XXI».

Consciente que desde la vecina Turquía siguen con lupa este viaje de tres días -el número 14 de su pontificado-, evidentemente la diplomacia vaticana que le prepara los discursos hubiera preferido que no dijera la palabra «genocidio», para no no herir susceptibilidades.

Pero Francisco fue fiel a sus principios y coherente con su historia. Siendo arzobispo de Buenos Aires, de hecho, al cumplirse el 90 aniversario del genocidio armenio, en 2005, había hecho poner una placa recordatoria en la catedral de Buenos Aires. Siendo cardenal, en su libro junto al rabino Abraham Skorka, había definido al menos tres veces como genocidio el sufrido por el pueblo armenio.

«Teniendo ante los ojos los terribles efectos que en el siglo pasado causaron el odio, los prejuicios y el deseo desenfrenado de poder, espero sinceramente que la humanidad sea capaz de aprender de esas trágicas experiencias a actuar con responsabilidad y sabiduría para evitar el peligro de volver a caer en tales horrores», dijo también en su discurso, que cosechó largos aplausos.

«Que todos multipliquen sus esfuerzos para que en las disputas internacionales prevalezca siempre el diálogo, la búsqueda constante y auténtica de la paz, la cooperación entre los Estados y el compromiso inquebrantable de las organizaciones internacionales para crear un clima de confianza que favorezca el logro de acuerdos permanentes», agregó.

Sus anfitriones, el presidente armenio Serzh Sargsyan y el Patriarca Supremo de la Iglesia Armenia, Karekin II -que al mediodía lo recibieron muy cálidamente en el aeropuerto de esta capital-, a su turno agradecieron a Francisco. «Nuestro pueblo recuerda con gratitud la misa solemne que celebró en memoria de las víctimas del genocidio armenio en la Basílica de San Pedro, con su histórico sermón condenando el genocidio», dijo el primado de la Iglesia Apostólica local, Karekin II. Sargsyan, en tanto, aseguró que el respaldo papal a la causa de su pueblo «generó una nueva ola de reconocimiento del genocidio armenio» en el mundo.

Al margen de condenar por segunda vez como pontífice el «Gran Mal», Francisco recordó lo «vital» que es que las grandes religiones monoteistas unan sus fuerzas para aislar «a quien se sirva de la religión para llevar a cabo proyectos de guerra, de opresión y de persecución violenta, instrumentalizando y manipulando el santo nombre de Dios». Denunció la persecución actual de los cristianos «por el mero hecho de profesar su fe», así como los diversos conflictos que en el mundo causan dolor, destrucción y el desplazamiento de poblaciones enteras.

«El pueblo armenio ha experimentado estas situaciones en primera persona; conoce el sufrimiento y el dolor, conoce la persecución; conserva en su memoria, no sólo las heridas del pasado, sino también el espíritu que le ha permitido empezar siempre de nuevo», destacó Francisco. «Así, pues, los animo a no dejar de ofrecer su valiosa colaboración a la comunidad internacional», pidió.

Mencionó asimismo el 25 aniversario de la independencia del país, que se cumple este año, y llamó a los armenios, en la patria y en la diáspora (que son casi 9 millones) a trabajar para un desarrollo inclusivo, así como a un «creciente esfuerzo por encontrar caminos que ayuden a superar las tensiones con algunos países vecinos». Aludió de esta forma a la tensa situación con Turquía, por un lado, así como con Azerbaiján, por el añejo conflicto de Nagorno-Karabaj, enclave poblado de armenios.

Francisco estuvo en todo momento acompañado por Karekin II, líder de la Iglesia Apostólica de este país muy pequeño -con un territorio equivalente a la provincia de Misiones-, donde el 90% de los casi tres millones de habitantes es armenio ortodoxo, y menos del 10% es católico. Como había hecho cuando visitó el país Juan Pablo II, en septiembre de 2001, Karekin II invitó al Papa a alojarse en su residencia de la Sede Apostólica de Etchmiadzin, toda una señal de sintonía entre las dos iglesias. En la catedral de este lugar que se levanta a 18 kilómetros al oeste de esta capital , considerado el «Vaticano de los armenios», en una visita de oración que hizo ni bien llegó al país, en efecto, el Papa destacó la intensificación de las relaciones y el diálogo entre las dos iglesias que hubo en los últimos tiempos. Y subrayó que un mundo marcado por divisiones y conflictos, así como por formas graves de pobreza material y espiritual, incluida la explotación de personas, incluso de niños y ancianos, «espera de los cristianos un testimonio de mutua estima y cooperación fraterna».

«El compromiso paciente y renovado hacia la plena unidad, la intensificación de las iniciativas comunes y la colaboración entre todos los discípulos del Señor con vistas al bien común, son como luz brillante en una noche oscura, y una llamada a vivir también las diferencias en la caridad y en la mutua comprensión», dijo. Y explicó que el espíritu ecuménico adquiere así un valor ejemplar y representa un fuerte llamado «a componer las divergencias mediante el diálogo y la valorización de lo que une».

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