«Dios no perdona la hipocresía», dice el Papa

Ciudad del Vaticano.– Francisco dedicó su homilía a «la falsa santidad de los astutos», cuyo corazón -advirtió- «pertenece al diablo, padre de todas las mentiras».

En su sermón de esta mañana en la misa cotidiana en la capilla de la Casa de Santa Marta, donde se aloja, Francisco dijo que «Dios perdona generosamente cada pecado», pero no perdona «la hipocresía, la falsa santidad» de los astutos que fingen convertirse «pero cuyo corazón pertenece al Diablo, padre de todas las mentiras.»

El Papa argentino dedicó la homilía a lo que en otras áreas, como la política, se llama el doble discurso. «Los falsos santos incluso delante del cielo tratan de parecer más que de ser». Son preferibles los pecadores son preferibles los pecadores santificados, que más allá del mal hecho aprendieron a hacer un bien más grande. «Nunca hubo dudas acerca de a quién prefiere Dios», dijo.

Jorge Bergoglio puso estas dos categorías en el centro de su meditación. Dijo que el Evangelio del día presenta al grupo de los astutos, los que «dicen las cosas justas pero hacen lo contrario».

«Todos somos vivos y siempre encontramos un camino que no es el justo, para parecer más justos de lo que somos. Este es el camino de la hipocresía».

El Papa destacó que los astutos «fingen convertirse pero su corazón es una mentira: ¡son mentirosos! Su corazón no pertenece al Señor sino a Satanás, padre de todas las mentiras. Es la falsa santidad».

Mil veces Jesús prefería a los pecadores. Porque los pecadores decían la verdad sobre sí mismos. «Alejate de mi Señor, que soy un pecador», había dicho Pedro una vez. «¡Uno de estos (los astutos) jamás diría esto!».

Las lecturas del profeta Isaías son un imperativo y una invitación que viene directamente de Dios. «Aprendan a hacer el bien, cesen de hacer el mal, defendiendo huérfanos, viudas… aquellos que ninguno recuerda, entre los cuales están también los ancianos abandonados, los chicos que no van a la escuela, aquellos que no saben hacerse el signo de la cruz».

Detrás del imperativo está en sustancia la invitación a convertirse, señaló Francisco. «Pero ¿cómo puedo convertirme? La suciedad del corazón no se quita como se quita una mancha. Se quita con el hacer: hacer un camino distinto, el camino del bien y no del mal. Busquen la justicia, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan la causa de la viuda! Recordemos que en Israel, los más pobres y necesitados eran los huérfanos y las viudas».

El Papa dijo que «así, haciendo el bien, lavarás tu corazón. Dios nos da el don de su perdón. El Señor perdona todo. Pero si quieres ser perdonado debes comenzar el camino de hacer el bien. ¡Este es el don!».

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