Brasilia.-Si la comisión de juicio político vota hoy a favor, la Cámara de Diputados definirá su suerte el fin de semana.
En una semana clave en la que el Congreso de Brasil decidirá el destino político de la presidenta Dilma Rousseff, el ambiente en Brasilia está que arde, literalmente. Mientras la mandataria se preparaba para enfrentar dos pruebas de fuego en el proceso de impeachment que impulsa contra ella la oposición, un hombre se roció de querosén e intentó autoinmolarse frente al Palacio del Planalto.
El individuo, de 40 años, sufre problemas psicológicos y no tenía motivaciones políticas, sino religiosas, pero su desesperado acto agregó drama al clima de polarización y tensión que se respira en esta capital pocas horas antes de que se defina el futuro de Rousseff. Al igual que el desequilibrado bonzo que quedó al borde de la muerte, el estado de la presidenta es delicado.
Ya se da por descontado que los 65 diputados de la comisión especial de juicio político aprobarán esta tarde un dictamen que recomiende el impeachment de Rousseff a la Cámara baja por el «crimen de responsabilidad» de haber manipulado las cuentas públicas de los dos últimos años con el objetivo de esconder el déficit y garantizarse así la reelección a fines de 2014. El viernes, 39 de sus miembros ya se pronunciaron por la apertura del juicio y 21 se manifestaron en contra; las deliberaciones terminarán esta tarde y se espera que a las 17 comience la votación.
Una vez superado este paso, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha-archienemigo de Rousseff e imputado por el Supremo Tribunal Federal (STF) por haberse beneficiado del esquema de corrupción en Petrobras-, someterá el parecer de la comisión al plenario el viernes, y la votación se extendería hasta el domingo. Para que el impeachment avance, se requiere el voto de 342 de sus 513 miembros.
Según los conteos que realizan en tiempo real los medios de comunicación, el gobierno y los grupos cívicos pro impeachment (que ayer instalaron un tablero frente al Congreso; ver aparte), hoy 290 diputados están a favor del juicio político, 115 en contra y 108 se encuentran aún indecisos. Las abstenciones y las ausencias juegan a favor de la mandataria, por lo que algunos líderes de movimientos sociales cercanos al oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ya hacen planes para bloquear el acceso de los legisladores a la Cámara si es necesario.
De aprobarse el impeachment, Rousseff se convertiría en el segundo mandatario brasileño en ser enjuiciado, después de Fernando Collor de Mello, en 1992. Ahora, la presidenta tendrá todavía diez días entre que el proceso de impeachment deje la Cámara de Diputados y pase al Senado; en ese plazo, la Cámara alta deberá formar una comisión que evalúe los méritos del pedido y los someta a una votación simple entre los 81 senadores. Si lo aprueban, Rousseff será apartada temporalmente de su cargo y el vicepresidente Michel Temer -del hasta hace dos semanas principal socio del PT en la coalición gobernante- asumirá la presidencia hasta el juicio final.
El Senado dispondrá entonces de 180 días para enjuiciar a Rousseff. Si es hallada culpable por dos tercios de los senadores (o sea, 54 de ellos), será destituida; Temer -también acusado de beneficiarse de sobornos del esquema del petrolão y con un pedido de impeachment a sus espaldas- debería completar el mandato, que acaba el 31 de diciembre de 2018.
No muy lejos de allí, en su búnker del hotel Golden Tulip Brasilia Alvorada, el padrino político de Rousseff, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, mantenía contactos con líderes de todos los partidos menores para intentar mantener a flote el gobierno de su ahijada.
Mientras tanto, la última encuesta de Datafolha publicada ayer dio algunas esperanzas al gobierno. Según el sondeo, el respaldo popular al impeachment de Rousseff bajó del 68% en marzo al 61% ahora, aunque todavía hay un 60% de brasileños que creen que la presidenta debería renunciar. Por otra parte, la encuesta publicada por el diario Folha de S. Paulo reveló que un 58% de los consultados sostiene que Temer también debería ser sometido a un impeachment, y el 60% apoya su renuncia.
La nueva pesquisa arrojó otro dato sorpresivo: preguntados sobre sus intenciones de voto para presidente en 2018, quien pasó a la delantera pese a estar cada vez más salpicado por el petrolão fue Lula, antes en un distante lugar. El ex presidente tiene el 21% de los respaldos, seguido por la popular ecologista Marina Silva, con el 19%, y el líder del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves, con el 17%. Son números que cambian constantemente, como la vertiginosa política brasileña de estos días.