Pequeñas historias de grandes oportunidades mediante apoyo del Crédito Agrícola

Asunción, IP.- El Crédito Agrícola de Habilitación (CAH), no solo  trabajá en conceder líneas de créditos para emprendimientos de familias productoras. Apunta principalmente a cambiar vidas y generar la prosperidad de quienes recurren a sus oficinas buscando apoyo económico para sus proyectos.

Mediante el seguimiento técnico permanente de los proyectos, con el respaldo de  un equipo de comunicadores  se lograron captar las siguientes historias que reflejan el cambio de vida en base al esfuerzo, sacrificio, y prosperidad que obtuvieron familias productoras que “realmente” se decidieron a salir adelante.

Eladio Martínez, cliente del Producto de Inclusión Financiera

Eladio trabaja en la cría de pollos y cerdos con su esposa en la compañía Naranjaisy de Villeta. Empezó con un gallinero de cuatro por cuatro, gracias a los conocimientos y la capacitación que había adquirido asistiendo a la Pastoral Social en la Capilla de San Blas. Eladio criaba no más de 100 gallinas cuando empezó, hasta que un día, un hombre se le acercó a conversar y terminó comprándole un pollo recién faenado. Al mes, el hombre volvió para ofrecerle la posibilidad de un crédito.

Don Eladio se animó y así pasó de su humilde galpón de cuatro por cuatro a otro ampliado y mejorado de seis por ocho. Ahora las gallinas son más de 400 y Eladio abastece a la cocina de un colegio y a clientes propios. El CAH también le habilitó la posibilidad de criar cerdos con lo que su oferta para las cocinas de las escuelas y colegios va en aumento y además, alquila machos reproductores a otros criaderos de la zona.

Hoy Eladio ya piensa en instalar un sistema de ventilación y riego en sus corrales pero sobretodo, vive y duerme tranquilo y se lo ve feliz cuando habla de sus hijos contando orgulloso que cuando lo necesitan, él tiene siempre un dinerito con el que darles una mano.

Hilda Elizabeth Chávez, cliente del Producto Banca Comunal

Hilda Chávez es una mujer que sabe de trabajo y sacrificios. Vive en J. Augusto Saldívar. Junto con otros 9 compañeros de crédito se asoció para fabricar platos, picadores de carne y todo tipo de utensilios de madera.

Su grupo incluye mamás solteras, personas mayores y chicos muy jóvenes que quieren aprender el oficio para salir adelante. La pequeña carpintería produce más de doscientas cincuenta unidades al mes que se venden en su totalidad, caminando muchos kilómetros al día, casa por casa.

A Hilda, y a sus nueve compañeros de crédito, el CAH les habilitó mucho más que dinero. “Hemos conseguido mayor beneficio en las ganancias, podemos sustentar los gastos de la casa, de salud, del colegio para los chicos y nos sobra para comprarnos algunas que otras comodidades porque mejoró nuestra ganancia desde que accedimos al Crédito Agrícola”, expresó.

Además el Crédito les permitió transformarse en propietarios de sus herramientas de trabajo y ahora les abre perspectivas de comprar tornos y de techar y ampliar el local de trabajo.

Ana María Gómez, cliente del Producto Mujer Emprendedora

“En Paraguay tenemos un montón de frutas que se caen de los árboles y nadie usa. Entonces, por qué no podemos hacer repostería saludable y natural usando esas frutas”. Así habla Ana María que es contadora pública pero su pasión es cocinar y el ser emprendedora, su modo de vida.

Comenzó preparando un kilo de torta por semana utilizando el horno y la batidora que le prestaban sus parientes. El CAH financió la compra de los equipos que Ana necesitaba para transformar sus ideas en una empresa exitosa.

Actualmente Ana María produce más de 150 kilos de tortas, galletitas y masas por semana, tiene vehículo propio para los repartos, una cartera de clientes que se extiende desde Nueva Italia, por Carapeguá y San Lorenzo hasta Asunción y un producto elaborado con frutas de estación que –dicen los que lo han probado– le sale cada vez más rico.

El CAH también habilitó nuevos proyectos porque su empresa “Anamá” no se detiene y ya piensa en ofrecer servicios de pastas y bocaditos salados para eventos y hasta una línea de comida rápida y saludable. Porque como dice Ana María: al talento hay que ayudarlo, porque solito no puede.

Natividad Amarilla, cliente del Producto Pro Agro

Natividad Amarilla comenzó en su chacra de J. A. Saldívar, produciendo pequeñas partidas de hortalizas orgánicas con su marido. Ella cultiva cebollita, cilantro, lechuga, perejil, cedrón kapi’i, agrial y ruda. Todos orgánicos. Todos vendidos antes de que salga el sol, cada madrugada en el Mercado de San Lorenzo.

Hoy tiene 5 empleados, hijos que van al colegio y a la universidad, la alegría pintada en la cara y el sueño de ampliar sus instalaciones y finalmente, construir un galponcito. Hace algunos años, Natividad no prosperaba en su negocio, porque los intereses eran muy altos.

El CAH le capacitó en la mejor forma de hacer rendir su dinero (ella no deja de hablar del Técnico Ramón, al que está eternamente agradecida por su dedicación y paciencia), y le permitió con intereses muy bajos, contratar personal y mejorar sus instalaciones.

Dicen que el mejor vendedor es un cliente satisfecho. Natividad lo deja muy claro: “Por eso les digo a todos mis compañeros que se unan al Crédito Agrícola y trabajen con ellos, ya que nos ayuda bastante a nosotros los que tenemos menos”.

Juan Bautista Sosa, cliente del Producto Inversión en Producción

Juan Bautista Sosa es un hombre orquesta en su rubro: él mismo planta, cosecha, procesa, envasa y reparte. Mosto y Miel de Caña orgánicos, de primera calidad. El CAH habilitó su sueño de ser dueño. Así, aquella vieja máxima casi olvidada de “la tierra es del que la trabaja” se hizo

realidad en unos terrenos que Juan Bautista busca ampliar aún más, porque muchas veces la demanda supera su oferta y él no es hombre de los que se achican con el exceso de tarea.

Laura Centurión, cliente del Producto Joven Emprendedor

El Ñandutí es una técnica que se transmite de generación en generación. Laura Centurión lo aprendió de su madre que lo aprendió de su abuela y su hija lo está aprendiendo de ella. El CAH les ayudó a expandir su talento y su negocio, mejorando la calidad de la materia prima y con eso, el precio que cobran al vender cada pieza.

Pero mucho más allá, al haber sido incluida en un crédito como emprendedora, el CAH abrió los horizontes de su independencia, permitiéndole hacer cosas tan pequeñas como comprarle a su hija su yogur favorito, hasta otras mucho más grandes como pagar la mitad de las cuentas del hogar o viajar a ferias en lugares que ella ni sabía que existían, para hacer conocer el fruto de su trabajo y de sus sueños.

 

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