Asunción, IP.- El arzobispo de Asunción, Edmundo Valenzuela, manifestó este jueves que «una tarea pendiente es el desafío de la defensa de la vida humana en todos los aspectos» durante la celebración del Te Deum, con la presencia de autoridades nacionales, en la catedral metropolitana.
Al referirse indirectamente a la polémica generada en el país por el caso de la niña de 10 años que quedó embarazada producto de una violación, caso en el que varias organizaciones se pronunciaron a favor de un aborto seguro, el arzobispo manifestó que «la mayor riqueza del país es cada persona que Dios nos regala» y que «tanto la Iglesia como la sociedad tienen el deber y la tarea de cuidar sus vidas».
«Cada uno debe sentir ese sano aprecio y celo y responsabilidad por conservar lo que es nuestro, empezando por las personas o las vidas que son valiosas desde la concepción hasta la muerte natural», dijo Valenzuela.
El religioso también criticó según sus expresiones a «ciertas personas quienes en nombre de las Naciones Unidas, falseando y contradiciendo sus nobles inicios, han distorsionado la imagen de nuestro país».
Valenzuela se refirió a expertos de la organización mundial que manifestaron días atrás que el Paraguay había fracasado en su función de brindar una protección a la niña que quedó embarazada.
El religioso denunció la existencia de «una mentalidad difundida por ciertas ONGs que pretende crear una nueva cultura totalmente ajena a la nuestra, donde la construcción de la persona se realiza no ya sobre los valores humanos y cristianos sino por oposición a ellas, no ya sobre la verdad que nos hace libres sino sobre un concepto manipulado de la libertad, más bien meramente individual y caprichoso».
«Estas ideologías, sin ningún fundamento ético ni científico, solo son un retroceso hacia la barbarie y la deshumanización. Hablan de una planificación mundial basada en el control de la conducta y de la población, donde el otro constituye un elemento descartable, donde desaparece la fe en Dios y el amor a la Patria y todo queda reducido a la satisfacción personal a cualquier coste. Es lo que llamamos la cultura de la muerte», dijo.
«Pareciera que no existen otros problemas más que el de reducir la natalidad y aprobar todo tipo de conducta desordenada y eso ocupa toda la agenda social mediante el asalto cultural y la legislación según sus intereses», agregó.
Finalmente, el religioso consideró que la violación de la soberanía de un país o de un Estado puede tener trágicas consecuencias que podemos evitar «con el mutuo respeto y el diálogo sincero pero jamás cediendo al chantaje o a la presión política».