Alemania, IP.- Vladímir Putin es el gran ausente de la cumbre del G-7 que se inicia en Alemania. Por segunda vez, el club de las democracias ricas excluye al presidente ruso en respuesta por la anexión de Crimea en 2014.
Al llegar al poder en el año 2000, Putin definía a Rusia como un país europeo y animaba a Occidente a invertir y a aportar tecnología a cambio de materias primas y seguridad energética. Putin quería desplegar un sistema de defensa antimisiles común con Estados Unidos y los europeos y fue el primero en brindar ayuda a Washington tras el 11 de septiembre de 2001.
El diario español, El País, señala que la desconfianza acabó por imponerse. La negociación para suprimir los visados con la Unión Europea se eternizó, Bruselas dictó sus normas a la relación de Moscú con los viejos socios soviéticos y socialistas cuando éstos, reciclados como democracias, ingresaban en la UE. Además, los planes de EE UU para desplegar elementos de un escudo antimisiles en Polonia y Rumanía resultaron excluyentes y Putin interpretó las revoluciones populares en Georgia o Ucrania como precedentes, instigados desde EE UU, de lo que podía ocurrirle a él en Rusia.
Al principio el líder no objetaba a la ampliación de la UE, pero sí a la ampliación de la OTAN. Sus prevenciones ante la Alianza se reforzaron cuando ésta respondió negativamente a su sondeo sobre un posible ingreso de Rusia, que, a diferencia de los otros nuevos socios, quería entrar por la puerta grande. Con la aplicación de la política de asociación oriental de Bruselas, la ampliación de la UE se convirtió a ojos de Rusia en parte del mismo fenómeno hostil representado por el ensanchamiento de Alianza.
El sentimiento de “fortaleza acosada” de Moscú va en paralelo al miedo al “imperio en expansión” que sienten los vecinos de Rusia ante la política de Moscú en Abjazia, Osetia del Sur, el Transdniéster, y sobre todo en Crimea y en el Este de Ucrania. Putin se niega a revisar su rumbo en Ucrania y acusa a EE.UU. de intentar mantener su hegemonía mundial con ayuda de sus aliados europeos. Para redefinir las relaciones internacionales de forma más favorable para Rusia, el presidente echa un pulso a Occidente y lo mantiene, expresa El País.
“La situación nunca será como antes, pero no sabemos si lograremos una nueva armonía o si vamos hacia una nueva guerra fría”, afirma Valeri Fadéiev, director del semanario Experty persona próxima al Kremlin. “Ucrania”, dice, “es parte de ese gran juego”. “Putin puede estar decepcionado o irritado, pero su política en Ucrania es la respuesta lógica a la presión militar estratégica de Occidente”, dice.