Bogotá.- Tras el rechazo en el plebiscito a los acuerdos con las FARC, Juan Manuel Santos movió la primera ficha política para intentar recomponer el rompecabezas de la paz, que hoy se asemeja más a un jeroglífico. Lo hizo con «determinación» y a toda velocidad, consciente de que el reloj debe correr ahora más rápido que nunca.«Tendremos que actuar con prontitud y poner límites al tiempo, pues la incertidumbre y la falta de claridad sobre lo que sigue ponen en riesgo todo lo que hasta ahora se ha construido», resumió, tras crear una comisión para el diálogo con la oposición que lidera Álvaro Uribe.
El ex presidente, impulsor del no, fue el gran ganador del plebiscito y quiere ahora participar en una renegociación que modere las que considera son excesivas concesiones del Estado a la guerrilla, informa La Nación de la argentina.
Colombia ayer amaneció con «guayabo», como se llama popularmente a la resaca en este país. Sin perder tiempo, Santos se reunió a la mañana con los partidos políticos de la alianza por el sí, el equipo negociador de La Habana y funcionarios. Un cónclave inicial con dos grandes ausentes: las FARC, que hablaron desde La Habana, y el uribismo, que hizo público un comunicado con sus primeros reclamos. Ambos insistieron en su compromiso por la paz.
Santos apretó primero a sus propias filas gubernamentales, maltrechas y desorientadas ante tan inesperado desenlace: la victoria del no con el 50,21% frente al 49,78% del sí, cerca de 50.000 votos de diferencia con una abstención del 62,75% del censo electoral. La victoria del llamado no silencioso contra un sí que se quiso imponer con toda la presión del Estado y con el entusiasmo del mundo, incluido el papa Francisco.
El presidente eligió a la carrera a sus tres negociadores con la oposición: Humberto de la Calle, jefe negociador al que no le aceptó su renuncia tras el batacazo del domingo; la canciller María Ángela Holguín, y el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. El objetivo: «Que comiencen los diálogos que nos permitan abordar todos los temas necesarios para tener un acuerdo y culminar con éxito el sueño de toda Colombia de terminar la guerra con las FARC».
Santos aireó su «entusiasmo» al conocer los nombres de la contraparte elegida por Uribe. Se trata del ex candidato presidencial Óscar Iván Zuloaga, el diplomático Carlos Holmes y el emergente senador Iván Duque, llamado a protagonizar el futuro del partido. «Con la voluntad de paz de todas las partes, estoy seguro de que podremos llegar pronto a soluciones satisfactorias para todos. De ser así, el país saldría ganando y el proceso terminaría fortalecido», concluyó el presidente.
El grupo oficialista realizó sus primeros movimientos tras conocer el respaldo de los guerrilleros desde Cuba. «Las FARC-EP reafirmamos que sus frentes guerrilleros en todo el país permanecerán en cese al fuego bilateral y definitivo, como una necesaria medida de alivio a las víctimas del conflicto, y en respeto a lo acordado con el gobierno nacional», comunicó la organización, que repitió parecidos conceptos que los expresados por Santos tras el batacazo electoral.
«Que nadie lo dude, la paz llegó para quedarse», confirmó el propio Timochenko, que dijo que están abiertos a «rectificar» el acuerdo. Horas antes, otro comandante subversivo, Pablo Catatumbo, insistió: «Mantenemos intacto nuestro compromiso con la paz. No es hora de desfallecer, sino de seguir luchando. La paz vencerá».
Lo que sí despierta dudas, y muchas, es la interpretación que las FARC hacen del acto democrático de anteayer. Las palabras de su líder no las aclaran: «La consulta plebiscitaria no tiene efecto jurídico alguno, el efecto es político, el acuerdo final ha sido firmado como acuerdo especial y depositado ante el Consejo de la Federación Suiza en Berna, ello le concede innegable e irrevocable efecto jurídico».
Hasta ahora, el acuerdo se suscribió a dos bandas. El voto de los colombianos incluyó a un tercero, el uribismo. Desde su cuartel general en Antioquia, reclamaron el nombramiento de un delegado que ejerza como primer interlocutor. «El ex presidente Álvaro Uribe Vélez anunció anoche el propósito de Centro Democrático de aportar a un gran pacto nacional. Hoy deseamos insistir en que se escuchen nuestras razones», insistieron los tres dirigentes que ya fungen como voceros.
Su líder había marcado las líneas a seguir en su comparecencia de cinco minutos ante el país anteanoche. Sin triunfalismos y en tono conciliador, el ex presidente repitió la frase que le ha acompañado durante las semanas de una campaña contra vientos y mareas estatales: «Colombianos, corrijamos el rumbo». Uribe apostó por la aceptación del diálogo nacional, hizo un llamado a la reflexión de la comunidad internacional y reclamó de un «alivio judicial sin impunidad» para soldados y policías cuando llegue la amnistía, además de criticar la reforma tributaria esbozada por su gran rival.
El ex presidente prolongó sus peticiones o exigencias durante el pleno del Senado de ayer, como la creación de una comisión para «consolidar el estatus de no violencia inmediato» en la que participan también los voceros de las FARC.
Pero, sobre todo, adelantó algunas de sus ideas en torno de la «amnistía a los amnistiables»: aquellos guerrilleros del listado de 5700 que no hayan participado en delitos atroces, de narcotráfico o de lesa humanidad. Un listón mucho más alto que el acordado en La Habana.
Primeros avances, todavía entre la conmoción, pero que llaman al optimismo. Así lo interpreta el escritor y filósofo Enrique Serrano, autor del libro ¿Por qué fracasa Colombia? «Yo soy de los que creo que el domingo el país no fracasó, sino que enderezaron el rumbo que el gobierno y los medios habían impuesto para incluir así a los que habían despreciado, a la otra mitad. Es una ganancia, no una pérdida; una oportunidad, no un fracaso», explica.