Asunción, Agencia IP.- Cada año, el 15 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Linfoma, una fecha dedicada a visibilizar esta enfermedad y promover la prevención. Este año, la historia de María Pabla López, enfermera jubilada de 61 años, pone rostro a la lucha silenciosa de muchos pacientes en Paraguay.
Un semáforo cualquiera, un instante de espera y un hallazgo inesperado marcaron el inicio de una historia de lucha. María Pabla, acompañaba a su hermano a una consulta hematológica cuando, casi por azar, se palpó el cuello y descubrió un bulto. Lo que parecía un detalle sin importancia pronto se transformaría en un diagnóstico que le cambiaría la vida: linfoma no Hodgkin (LNH).
La noticia llegó en un momento particularmente duro: apenas semanas después del fallecimiento de su madre. «Cuando palpé el ganglio en mi cuello, no me imaginaba que era algo grave. Nunca pensé en cáncer. Fue una bomba», recuerda.
Los primeros estudios –ecografía, tomografía y evaluaciones médicas– empezaron a perfilar un escenario complejo. «Clínicamente ya sospechaban un tumor. Yo no entendía bien, estaba en blanco. Fue un golpe que no esperaba», relata.
A pesar del shock, mantuvo la calma. «Preguntaba a Dios por qué me dio esta enfermedad, pero al mismo tiempo me puse firme: le entregué mi vida y le dije que se haga su voluntad».
La quimioterapia llegó con sus incertidumbres. «El día de cada sesión era un desafío. No sabía cómo iba a salir, cómo me iba a sentir. Pero nunca pensé en rendirme. Jamás», asegura.
Hoy, después de haber atravesado incluso complicaciones, asegura que aprendió a valorar lo esencial. «Antes corría sin parar, posponía cuidados. Ahora vivo el presente, cuido mi salud y disfruto cada instante. Las señales del cuerpo no se pueden ignorar: la prevención salva más que cualquier tratamiento avanzado».
La importancia del apoyo
El sostén de la familia fue decisivo. «Uno ve la preocupación en sus seres queridos. Un abrazo, una palabra de aliento: ‘vas a salir, te vas a curar’. Eso te motiva y te da fuerza», explica.
Las amistades también jugaron un rol clave, al igual que la comunidad de pacientes que conoció durante su tratamiento. «Compartir experiencias con otros pacientes te da esperanza. Algunos luchaban hacía años, otros estaban empezando. Esa red de apoyo entre pacientes es invaluable para mí».
Entendiendo el linfoma
«Cuando palpé el ganglio en mi cuello, no me imaginaba que era algo grave. Nunca pensé en cáncer. Fue una bomba».
La Dra. Alana von Glasenapp, hematóloga, explica que el linfoma no Hodgkin es el tipo de linfoma más frecuente, con más de 60 subtipos, caracterizado por ser heterogéneo tanto en su comportamiento clínico como en su pronóstico. En contraste, el linfoma de Hodgkin se distingue por la presencia de las células de Reed-Sternberg, solo tiene 2 grupos con 5 subtipos, y generalmente tiene un pronóstico más favorable.
Entre los subtipos de LNH más comunes están el linfoma de células B grandes difuso (LCBGD), más agresivo, y el linfoma folicular (LF), de comportamiento más indolente. La edad de presentación varía: los LNH son más frecuentes en pacientes mayores, mientras que los LH muestran una distribución bimodal, afectando tanto a jóvenes como a mayores de 60 años.
Existen diferencias de incidencia entre hombres y mujeres según el subtipo, y varios factores de riesgo conocidos:
- Hodgkin: infección por EBV, inmunosupresión, VIH.
- No Hodgkin: edad avanzada, inmunosupresión, infecciones crónicas (EBV, HTLV-1, VIH, H. pylori, hepatitis C), exposición a pesticidas o radiación, obesidad.
Los síntomas de alerta incluyen adenopatías duras, indoloras y de crecimiento progresivo, aumento del tamaño del bazo o hígado, y los llamados síntomas B: pérdida de peso, sudoración nocturna y fiebre inexplicada. La detección temprana es crucial: mientras más localizado se encuentre el linfoma, menor es el daño al paciente.

La respuesta al tratamiento depende del subtipo histológico, la agresividad del linfoma, el estado clínico del paciente y las comorbilidades. La Dra. Von Glasenapp enfatiza que, hoy en día, conocer las características genómicas y moleculares del linfoma permite terapias dirigidas e individualizadas, aumentando las probabilidades de control o cura, y brinda esperanza a los pacientes.
«Compartir experiencias con otros pacientes te da esperanza. Algunos luchaban hacía años, otros estaban empezando. Esa red de apoyo entre pacientes es invaluable para mí».
En remisión, con la mirada en el futuro
Después de seis sesiones de R-CHOP (rituximab, ciclofosfamida, doxorrubicina, vincristina y prednisona), María Pabla entró en remisión. «Al principio no entendía qué era. Después comprendí que implica estar bajo control, con chequeos constantes. Claro que siempre queda la duda, pero trato de no vivir con miedo. Me aferro otra vez a mi fe».
Su mensaje a otros pacientes es claro: «Ni el linfoma ni el cáncer son el fin. Es el inicio de otra vida, quizá más plena y consciente. No se rindan». A las familias les pide que acompañen con amor y esperanza, porque eso «fortalece más que cualquier medicamento».
En este Día Mundial del Linfoma, la Dra. von Glasenapp subraya: «Dar visibilidad a estas enfermedades ayuda a diagnósticos más precoces. En Paraguay y Latinoamérica estamos dando pasos importantes para que los pacientes reciban los tratamientos más eficaces y podamos acceder a investigación que permita mejores respuestas en los casos más agresivos».