Berlín.- Abu Abullah tiene unos 30 años. Nació en Bagdad. Y antes de ser atrapado, planificó por lo menos 18 atentados terroristas en la capital iraquí. Hacía los cinturones y chalecos para los suicidas. Cargaba los coches bombas. Y elegía los lugares. Mirá lo que cuenta desde una prisión de máxima seguridad en entrevista con la revista alemana Der Spiegel.
Es el arquitecto de la muerte del Estado Islámico. Durante más de un año organizó y preparó los atentados suicidas del ISIS en la ciudad donde nació y creció: Bagdad. En un taller mecánico que funcionaba como cortina, Abu Abdullah preparaba las bombas y decidía dónde atacar. Cuánta más gente, mejor. Cuántos más muertos, mejor. Los infieles tenían que morir. “Estaba convencido de eso”, dice. Casi una rareza, a este verdugo, las fuerzas iraquíes lo persiguieron y atraparon con vida. Terminó en una prisión de máxima seguridad bagdadí, donde lo entrevistó la revista alemana Der Spiegel.
Abu Abdullah es su nombre de guerra. Es un tipo demacrado en sus 30. Un “fanático equilibrado”, dirán los iraquíes. Es algo así como el reo más famosos, el botín de oro, de la cárcel bagdadí, cuyo nombre y localización no fueron difundidos. Según Spiegel, Abdullah era el jefe de la logística para los atentados suicidas en Bagdad. Fue capturado con vida a diferencia de otros líderes del ISIS, que al verse atrapados se inmolan o tragan una cápsula con veneno. Otros terminan muertos en tiroteos. A él, por el contrario, lo atraparon vivo, intacto, en julio del año pasado en su fábrica de bombas.
Abu Abdullah ocupaba una posición clave dentro del ISIS en la capital iraquí, clave para llevar adelante los constantes atentados en la ciudad. El elegía los lugares donde atacar, equipaba a los suicidas y los acompañaba hasta poco antes de que reventaran.
Los atentados terroristas del ISIS en Bagdad hablan de un estado de guerra en la capital. Los suicidas se vuelan en oleadas, son varios al día, en mezquitas, mercados, puestos de control, restaurantes… cuenta Spiegel. Y según al policía, se trata de auténticas “obras de arte”. Los atentados son tan sofisticados en su preparación que destruyen todo. “No queda nada del auto o algo para poder investigar cómo fue ensamblado el explosivo”, dicea la revista alemana, un capitán de la policía iraquí.
La única razón por la cual no se ejecuta a los prisioneros del ISIS, es porque son la única fuente de información sobre el grupo terroristas. Pero no todos hablan. Abdullah sí lo hace. Pero en dosis. Da nombres. Conoce detalles, coopera, dice el capitán iraquí. Y mientras hable seguirá con vida. No hay más secreto que ese.
Si Abdullah fue torturado en la prisión de Bagdad para hacerlos “hablar”, es un misterio. Él dirá al Spiegel que no fue maltratado, pero no hay manera de confirmarlo.
Lo cierto es que Abdullah organizó unos 18 atentados y mató a cientos de personas. ¿Se arrepiente? No.
“¿Con qué criterio usted elegía los lugares de los ataques?”, le preguntó Spiegel.
“Se trataba de atacar a la mayor cantidad de gente posible, especialmente policías, soldados y shiítas”, contestó. Los lugares eran, enumeró, “puestos de control de la policía, mercados, mezquitas, pero solo shiítas”.
“¿Se arrepiente?”, preguntó Spiegel.
“¡Eran infieles! Los shiítas son infieles, yo estaba convencido de eso”, conestó. Los shiítas, agrego, “tuvieron la oportunidad de arrepentirse y convertirse sunnitas”.
Abdullah dice que no recuerda cuántos atentados preparó. Pero “en los últimos tres meses antes de mi arresto, fueron 15”. Explica que para los coches bomba, usaba el explosivo plástico C4 y explosivos que quitaba de proyectiles de artillería. Para los chalecos de los suicidas, “abría los proyectiles de las armas antiaéreas. El efecto de la pólvora es más intenso. Luego preparaba los cinturones y chalecos en diferentes talles”.
Spiegel le preguntó cómo seleccionaba a los hombres que debían volarse en pedazos.
“No los seleccionaba. Esa era la tarea de los planificadores militares, que estaban por encima mío en la jeraraquía. Me traían los hombres, muchos venían de Fallujah. Yo solo era responsable de la última parte de la operación, y eso era preparar a los hombres en mi taller y luego llevarlos al lugar. Recibía el talle (las medidas) de la persona con tiempo para hacer un cinturón que se ajustara bien. Pero siempre tenía cinturones de diferentes talles preparados”, replicó.
Según Abdullah, estos suicidas no tenían dudas de su misión. Si hubiesen tenido dudas, “habrían fallado”, dice y agrega: “Cuando se ponían el cinturón decían, por ejemplo. ‘me queda bien’”. Y cuenta el caso de un joven sirio que hacía chistes minutos antes de volarse.
¿Lo volvería a hacer?”, le preguntó Spiegel. Y según la revista, es la única vez durante toda la entrevista, en que Abdullah duda. Se pone blanco, como si hubiese sido descubierto. Y finalmente dice que esa pregunta no la puede contestar. Pero terminará haciendo una aclaración: «Esto es la jihad (guerra santa). Yo era un planificador. Un pensador. No soy un carnicero».