China y Taiwán, tres siglos de difíciles lazos entre Pekín y la “isla rebelde”

Pekín.- La cumbre que mañana celebrarán los presidentes de China, Xi Jinping, y de Taiwán, Ma Ying-jeou, supone un inusual gesto de acercamiento en una larga historia de difíciles lazos entre el gigante chino y su vecina “isla rebelde”.
Se suelen recordar sólo los últimos 65 años de esa complicada relación, los iniciados con el régimen comunista en China, pero lo cierto es que Taiwán se ganó ese adjetivo de “rebelde” desde que allí comenzaron los primeros asentamientos chinos, hace 350 años.

El iniciador de esa colonización, en 1662, el general chino Koxinga, era leal a la dinastía Ming, que acababa de ser derrocada en el resto de China por los emperadores manchúes Qing, por lo que ya entonces la isla comenzó siendo un asentamiento “disidente” del resto del país.

Taiwán fue tradicionalmente reacia a los cambios que la historia llevó a sus tierras y también se levantó contra los japoneses cuando éstos se la arrebataron a China en la guerra de 1895. Lo mismo pasó en 1945, cuando Japón devolvió la isla a China y los isleños se enfrentaron al Partido Nacionalista Kuomintang (KMT) en su guerra contra los comunistas.

En todo caso, para muchos el conflicto chino-taiwanés comenzó en abril de 1949, cuando el KMT de Chiang Kai-shek, viendo perdida la guerra civil con los comunistas de Mao en China, decidió refugiarse en Taiwán.

La comunidad internacional, incluido EEUU (aliado del KMT en la Segunda Guerra Mundial) asumió que era cuestión de meses que Pekín conquistara la isla, pero la entrada de Mao en la Guerra de Corea (1950-53) cambió el curso de la historia.

“La escisión fue fruto de la Guerra Fría y el enfrentamiento entre unas fuerzas que decían defender la democracia y otras del comunismo”, destacó a Efe Meng Yuanxin, del centro de estudios Nuevo Continente, en Pekín. En respuesta al apoyo chino a Corea del Norte, EEUU desplegó buques de su Armada junto a Taiwán, a la que facilitó armamento, un apoyo que ha continuado hasta ahora.

Ello facilitó, en los años 50, una continuación de la guerra civil entre comunistas y nacionalistas, sin batallas abiertas pero sí con frecuentes bombardeos a ambos lados del estrecho de Formosa.

Pero el conflicto fue perdiendo fuelle bélico, y los aviones militares fueron paulatinamente sustituyendo los lanzamientos de bombas por los de folletos de propaganda. A ello ayudó el progresivo aislamiento internacional que Taiwán fue sufriendo por las presiones de China, que exigía a todo país que quisiera establecer lazos con Pekín el romperlos con Taipei.

En los 50 y 60 Occidente consideró a Taiwán un heredero legítimo de la República de China en el exilio, pero en 1971 Naciones Unidas cedió a la evidencia y retiró el asiento en la organización -y en el Consejo de Seguridad- a Taipei en beneficio de Pekín.

Tras ello comenzó el lento pero inexorable “cambio de bando”: Alemania, Japón y Reino Unido reconocieron al régimen comunista como el único de China en 1972, España en 1973 y EEUU en 1979. Desde entonces, coincidiendo además con la democratización de Taiwán en los 80, la isla se vio forzada al acercamiento y llegaron las primeras negociaciones, aunque con altibajos.

En 1991 el presidente taiwanes Lee Teng-hui declaraba el fin del estado de guerra entre ambas partes, y dos años después Pekín y Taipei firmaban un histórico acuerdo en que reconocían “una China”, aunque con distintas interpretaciones (República Popular para unos, heredera de la fundada por el KMT en 1911 para otros) .

Paradójicamente, esos años también estuvo a punto de regresar el conflicto abierto, cuando algunos gestos de Lee, como visitar EEUU o asegurar en público que los lazos Pekín-Taipei eran “estatales”, desataron la ira de China. En 1995 y 1996 maniobras militares y pruebas de misiles hicieron temer que volviera la guerra, y aunque finalmente no ocurrió, la tensión llevó a un enfriamiento de las negociaciones durante más de una década.

La victoria en 2000 de los independentistas del Partido Demócrata Progresista de Chen Shui-bian en Taiwán no hizo sino ahondar ese atasco. “Con Chen volvió la tensión ante sus políticas soberanistas, y China emitió la Ley Antisecesión” (que establecía el derecho a atacar militarmente Taiwán si se declaraba independiente), recordó a Efe Elisa Wang Hsiu-chi, de la Facultad de Estudios Internacionales de la Universidad Tamkang, en Taiwán.

Con el regreso del KMT al Gobierno taiwanés en 2008, China y Taiwán reiniciaron el acercamiento y han vivido una “primavera” en sus lazos que ha contrastado con el empeoramiento de la relación de Pekín con otros vecinos como Japón o Filipinas.

Ello ha tenido un reverso negativo: el crecimiento de la oposición al KMT en Taiwán, que cristalizó en 2014 con la ocupación del Parlamento taiwanés durante semanas. Ese ascenso del independentismo, gran favorito para las elecciones de enero, ha llevado a KMT y PCCh a la inédita cumbre de mañana, abriendo un nuevo capítulo en más de tres siglos de accidentada historia.

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