El Papa denunció que las armas circulan libremente, pero no los planes de ayuda

Roma.-Lo dijo al visitar el cuartel general del Programa Mundial de Alimentos; allí, saludó a la canciller argentina Susana Malcorra, que viajó especialmente.

El Papa denunció hoy que mientras se impiden ayudas, planes de desarrollo y distribución de alimentos en zonas de guerra, las armas circulan libremente, al visitar por primera vez el cuartel general del Programa Mundial de Alimentos (PAM), organismo de las Naciones Unidas que lucha para hacerle frente a las peores emergencias humanitarias y para erradicar el hambre.

«Mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa la proveniencia, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo. Y de este modo, son las guerras las que se nutren y no las personas. En algunos casos la misma hambre se utiliza como arma de guerra», acusó.

En el marco de la visita al PAM, en las afueras de Roma -la primera en la historia de un Pontífice-, el Papa saludó a la canciller argentina, Susana Malcorra que, al igual que otros ministros de Exteriores, viajó especialmente para asistir a la primera sesión anual de la Junta Ejecutiva del PAM. Malcorra, que tuvo cargos ejecutivos en el PAM entre 2004 y 2008, estuvo acompañada por el embajador argentino ante la FAO (la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), Claudio Rozencwaig.

El Papa -que llamó a «desnaturalizar la miseria» y a «desburocratizar el hambre»-, fue recibido por cálidas palabras de bienvenida de la directora ejecutiva del organismo internacional, la norteamericana Etharine Cousin. «Usted es un héroe para los pobres y los hambrientos», aseguró la funcionaria, que poco antes mantuvo una reunión bilateral con Malcorra.

En su discurso, al margen de urgir a seguir luchando por el tan ansiado objetivo de «hambre cero», Francisco destacó que hoy vivimos en un mundo interconectado e hípercomunicado, en el cual las distancias geográficas parecen achicarse. Pero que, paradójicamente, «esta aparente cercanía creada por la información, cada día parece agrietarse más».

«La excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente la «naturalización» de la miseria. Es decir, poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo «natural», lamentó. «Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed pero no la saciamos. De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada por otra. Y mientras cambian las noticias, el dolor, el hambre y la sed no cambian, permanecen», agregó. Llamó, por esto, a «desnaturalizar» la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad.

«¿Por qué?», preguntó. «Porque la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos. No podemos «naturalizar» el hambre de tantos; no nos está permitido decir que su situación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer (.) Cuando faltan los rostros y las historias, las vidas comienzan a convertirse en cifras, y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno», aseguró.

Al evocar el discurso que hizo en la FAO en noviembre de 2014, denunció el hecho de que, aunque existe comida para todos «no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos». «Dejémoslo claro, la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy en pleno siglo XXI muchas personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una «mercantilización» de los alimentos», dijo.

«Hemos hecho de los frutos de la tierra – don para la humanidad – commodities de algunos, generando, de esta manera, exclusión», acusó también, al volver a recordar que «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre».

Al llamar a «desburocratizar el hambre», el ex arzobispo de Buenos Aires puso el dedo en otra llaga de la realidad. «Debemos decirlo con sinceridad: hay temas que están burocratizados. Hay acciones que están «encajonadas», sentenció. Y llamó la atención ante la paradoja de que, en un mundo marcado por inestabilidad y conflictos, se impide la distribución de alimentos en las zonas de guerra, mientras que las armas circulan libremente. «Por esto urge desburocratizar todo aquello que impide que los planes de ayuda humanitaria cumplan sus objetivos», pidió. «¡Dénse el lujo de soñar! Necesitamos soñadores que impulsen estos proyectos», exhortó finalmente a los funcionarios del PAM presentes, que lo ovacionaron con un largo aplauso.

En un clima distendido, el Papa se trasladó luego al jardín de la sede del organismo -que se encuentra en las afueras de Roma-, para saludar a miembros del PAM heridos en misión y a todos sus familiares. Entonces, se tomó tiempo para besar, uno por uno, a los niños más pequeños. Y aunque estaba previsto que pronunciara un segundo discurso, como suele ocurrir en muchas oportunidades, lo dejó de lado. «Prefiero hablarles desde el corazón», dijo el Papa que básicamente le dijo «gracias» a los familiares de quienes trabajan en este organismo que enfrenta de forma concreta a las peores urgencias, en zonas de guerra, corriendo riesgos y peligros. «Gracias por su ayuda oculta, ustedes son los pilares de la lucha contra el hambre», dijo, generando más aplausos.

Antes de regresar al Vaticano en su Ford Focus azul, Francisco, en muy buena forma y muy sonriente, volvió a saludar a los familiares que se encontraban detrás de unas vallas colocadas en el jardín del PAM. Volviendo a reiterar su «gracias», estrechó manos y benidjo rosarios. Cuando una voz argentina gritó «¡grande San Lorenzo!», el Papa, riendo, contestó: «no andamos bien».Efe.

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