Londres.-En las elecciones generales más importantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, unos 46 millones de británicos son esperados hoy en las urnas para elegir a los 650 miembros de la Cámara de los Comunes.
En un país agotado por tres años de discusiones sobre el Brexit, nada asegura que los resultados consigan resolver ese drama que ha dividido profundamente al Reino Unido, a pesar del leve avance que los sondeos dan al Partido Conservador del primer ministro Boris Johnson.
Es la tercera vez en cinco años que los electores son llamados a votar. Esta vez para renovar a los diputados del Parlamento de Westminster para un mandato de cinco años. En estos comicios anticipados, los votantes deberán escoger entre dos visiones totalmente opuestas del futuro, y decidirán además quién será el hombre que los conducirá por ese camino: el conservador Boris Johnson, actual jefe del gobierno, o Jeremy Corbyn, el líder ultraizquierdista del Partido Laborista.
Por el momento, los sondeos dan una modesta ventaja al premier: según el último sondeo del instituto YouGov publicado anteayer, los conservadores recogen 43% de intenciones de voto (339 bancas) contra 34% para los laboristas (231 diputados). Pero Johnson estaría lejos de obtener la victoria aplastante que esperaba. El ocupante de Downing Street comenzó con una holgada previsión de 68 diputados de ventaja y se encuentra ahora solo con 28. YouGov advierte, incluso, que ese número podría terminar reducido a 11. La misma encuesta acuerda 41 bancas al Partido Nacional Escocés (SNP), 15 a los Liberales Demócratas, 4 a los nacionalistas galeses del Plaid Cymru y una a los Verdes, todas formaciones anti-Brexit.
Imposible dudar de que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), decidida por referéndum en junio de 2016, fue el telón de fondo de la campaña electoral. Como lo está desde hace tres años el país, lo que provocó una profunda fatiga en los 65 millones de habitantes del reino.
Nadie ignora tampoco que los resultados de hoy podrían tener consecuencias fundamentales sobre ese divorcio: una salida sin acuerdo ( no deal), como nunca lo desechó Johnson desde que asumió sus funciones; un nuevo referéndum o, en caso de un Parlamento sin mayoría ( hung parliament), la eternización del bloqueo que vivió el Reino Unido en estos años. Sin olvidar, además, el espectro de una nueva consulta independentista en Escocia o la amenaza de una reunificación de la isla de Irlanda.
Estas seis semanas de campaña también estuvieron marcadas por otros temas que preocupan a los británicos, como la salud pública, los impuestos, la educación, la vivienda y los servicios sociales. El Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés), otrora orgullo nacional, padece los efectos de años de economías y recortes, la educación necesita inversiones en forma urgente, los precios del mercado inmobiliario aumentan sin cesar y los servicios de seguridad están al borde del estallido.
«Debemos concretar el Brexit para poder finalmente concentrarnos sobre lo que le saca el sueño a la gente», reconoce el mismo Johnson.
Corbyn, por su parte, culpa a los conservadores de la difícil situación que viven los sectores más frágiles de la población.
En ese sentido, el fin de campaña estuvo marcado por una tremenda foto de un niño víctima de una crisis respiratoria, acostado en el piso de un hospital a la espera de una cama libre.