Matteo Renzi dimite tras su derrota en el referéndum para la reforma constitucional

Roma.-Matteo Renzi jugó fuerte, perdió de forma clamorosa y ni esperó al final del recuento para, como había prometido, presentar su dimisión si su proyecto de reforma constitucional no superaba la prueba del referéndum.

“Asumo toda la responsabilidad de la derrota”, dijo el todavía primer ministro tras felicitar a los partidarios del no, “y cuando uno pierde no se va a dormir silbando como si nada. Aquí termina mi experiencia de Gobierno”. Los italianos acudieron en masa a las urnas a expresar su rechazo al plan de Renzi. El presidente de la República decidirá ahora quién toma las riendas del Ejecutivo.

Este lunes, tras reunirse con sus ministros, Matteo Renzi subirá al palacio del Quirinal para presentar su dimisión al presidente de la República, Sergio Mattarella. Una renuncia que, nada más cerrarse las urnas y conocerse la rotundidad de la derrota a través de los primeros sondeos a pie de urna, ya le habían solicitado los representantes de la oposición, informa el País de España.

El primero fue Matteo Salvini, el líder de la Liga Norte, quien aprovechó la coyuntura para proferir vivas a Donald Trump, a Vladímir Putin y a Marine Le Pen. Más tarde fue Renato Brunetta, uno de los hombres de confianza de Silvio Berlusconi, quién advirtió: “Si los sondeos a pie de urna se confirman, Renzi tiene que dimitir. Cuándo y cómo lo tiene que decidir él, pero se tiene que ir”. El último fue Beppe Grillo, el líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S), quien pidió la convocatoria de elecciones.

La oposición y los críticos del Partido Democrático (PD) del todavía primer ministro pugnarán a partir de ahora por repartirse la túnica de Renzi, quien hace solo unos meses parecía invencible, la única figura de peso en la política italiana, y que ha caído por un error de cálculo solo atribuible a su exceso de confianza.

Su proyecto de dar más poder al Gobierno —a través de una reforma de la ley electoral que penalizaba a los partidos pequeños y arrebatando al Senado su poder de bloqueo— fue entendido por la oposición y buena parte de la ciudadanía como un intento de perpetuarse en el poder. Un poder al que accedió sin pasar por las urnas —tras arrebatarle el Gobierno a su compañero de filas Enrico Letta—, pero que sí perderá democráticamente.

En apenas un mes, Renzi ha pasado de ser el último presidente extranjero agasajado por Barack Obama en la Casa Blanca a ser el responsable de una maniobra que ha dividido a Italia y que la lanza a un futuro incierto.

Sobre todo porque, más allá de las reformas concretas y de una única pregunta enrevesada para modificar 47 artículos de la Constitución, lo que subyacía era un voto de confianza hacia Renzi.

El joven exalcalde de Florencia había convertido la consulta en un plebiscito sobre su liderazgo. Y le salió mal. El no se adjudicó el 59,11% y el sí solo un 40,89%. La participación fue masiva, con el 68,2% de los electores. Sólo dos regiones dieron su apoyo a la reforma del primer ministro: en su Toscana natal y en Trentino. En el resto del país, el rechazo se impuso inexorablemente.

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