Monseñor hace una fuerte crítica contra la corrupción y la impunidad en misa central de Caacupé

Asunción, IP.- El obispo de Caacupé, Ricardo Valenzuela, pronunció un fuerte discurso contra los políticos y abogó por una «justicia para todos». Aseguró que “el país y el pueblo están cansados de la injusticia, la corrupción, la impunidad y de aquellos que abusan del poder”.

Valenzuela dijo que el país y el pueblo están cansados de la injusticia, de la falta de oportunidades a un empleo digno, de la inseguridad y violencia reinante en las calles, de los egoístas que solo buscan su bienestar individual, de los insaciables de dinero y de poder.

Siguió mencionando que los paraguayos están cansados de los que abusan del poder, de los que oprimen y compran conciencias ajenas, de los que negocian sectorialmente los bienes del país y de los que hipotecan el futuro de los niños y de los jóvenes.

Asimismo mencionó que el país «está cansado de los que pretenden enseñar a los niños y niñas ir contra su propia naturaleza, de los que pretenden sustituir los valores familiares con el individualismo y el libertinaje, de la pornografía, los robos, la violencia, secuestros y homicidios».

“Basta de la desvergonzada corrupción e impunidad”

Fue lo que expresado de manera tajante por el monseñor en otra parte de la misa, al tiempo de asegurar que “la ley no es igual para todos, es sabido que los políticos tienen sometido a los jueces y fiscales, mediante organismos manejados por ellos mismos. Estamos al borde la justicia por mano propia”, añadió.

Sostuvo que hay algunos magistrados que han logrado escapar a este contexto general de la corrupción, reconociendo que son casos muy excepcionales. Al tiempo de destacar que hay que recuperar de manera urgente la credibilidad perdida.

Contra los políticos corruptos

Manifestó igualmente que hay un claro malestar de la ciudadanía hacia varios de los representantes, porque se han alejado de los temas centrales de la sociedad y además llevan sobre sus espaldas “tráfico de influencias, las protecciones mutuas, el autoblindaje, los privilegios, salarios altos y mecanismos de presión”, agregó.

En otro momento, pidió poner fin a la corrupción generalizada que parece no tener límites y a eso “le decimos basta ya (…), se puede ser pecador porque lo somos todos, pero no corrupto», reiteró.

Sobre el punto alegó que sí el líder no es honesto, todo el «resto se pudre», situación que se da en todos los niveles y e instituciones.

El monseñor también expresó su preocupación por el cada vez más creciente cultivo de drogas y su tráfico impune, además del consumo de bebidas alcohólicas que trae consigo muchas tragedias.

Valor de la integridad y la honestidad

“Un líder sin integridad ni honestidad es un líder débil que en cualquier momento se quiebra, se deshace, queda inutilizado porque ha aceptado regalos y así ha perdido toda capacidad de mando e influencia”, indicó Valenzuela.

Al respecto dijo que esa es una lección que se debe de aprender, señalando que hay dos valores fundamentales en la vida de las personas, la integridad y la honestidad. En ese sentido afirmó que “tener líderes corruptos resulta carísimo para el país”, resaltando que el Paraguay necesita hombres nuevos, con una sana doctrina.

En otra parte de su homilía, el obispo de Caacupé pidió perdón por los abusos cometidos por los religiosos, rogando que los delitos sean denunciados ante la justicia, “la iglesia no es un lugar para delinquir”, subrayó.

“Tú hermano eliges, un Paraguay postrado por la corrupción que ha echado a perder los sueños de muchos compatriotas o eliges un Paraguay que brille por su justicia, donde la ley es igual para todos, sus representantes son de mente y corazón honorables, donde los administradores de los asuntos públicos son personas honradas, capaces y trabajadores, donde se ve la búsqueda incesante del bien común para que cada paraguayo tenga una vida digna, una educación buena, tierra, techo y trabajo digno y salud integral para todos”, manifestó finalmente.

Miles de peregrinos colmaron la explanada de la Basílica de Caacupé y vivieron con fervor cada palabra pronunciada por el monseñor Valenzuela.

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