Cúcuta.-«¡Libertad, libertad! ¡Saquen a Maduro, eso es lo que queremos! ¿Hasta cuándo?». El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, concluyó en Cúcuta su minigira latinoamericana por cuatro países asomándose a la frontera entre Colombia y Venezuela, el embudo de la gran tragedia.
Allí, escoltado por el presidente Iván Duque, recibió un baño de desesperación, mensajes lanzados a gritos para que fueran escuchados lo antes posible. La misma desesperación que se vive todos los días en el Puente Internacional Simón Bolívar, símbolo de la gigantesca crisis que se ha desparramado por la región.
Al otro lado, el despliegue indiferente de militares y policías preparados para intervenir, parapetados en torno al «muro» levantado con contenedores metálicos. Actualmente solo enfermos y colegiales pueden atravesarlo de un país a otro. Al resto, entre 40.000 y 50.000 todos los días, les toca usar las peligrosas trochas, pasos clandestinos a través del río Táchira, tras pagar a los grupos criminales instalados en el lado venezolano.
Pompeo llegó hasta Cúcuta para insistir en el mismo discurso desplegado en su gira, pero en esta ocasión constató sobre el terreno el alcance de lo hablado en los despachos. Incluso departió (con traductor) con las principales víctimas del derrumbe revolucionario. «Yo estudiaba, dejé de ejercer mi carrera porque económicamente no alcanzaba», pormenorizó una mujer. «En medio de las dificultades, aquí estamos», los animó Duque tras escuchar el relato, señalando también a su invitado, que participaba de la conversación en uno de los centros de acogida de las inmediaciones del puente.
Colombia recibió la semana pasada 31,5 millones de dólares del Banco Mundial, un donativo para sumar a los ya recibidos en apoyo de los emigrantes. Duque también anunció ayer la inversión de 200 millones de dólares en las regiones fronterizas, azotadas por la diáspora y el bloqueo chavista.
La crisis humanitaria y el desafío del Parlamento democrático contra el gobierno de Nicolás Maduro marcaron la agenda del halcón de Donald Trump en Perú, Chile y Paraguay, además de Colombia, todos ellos miembros del Grupo de Lima. De país en país, de declaración en declaración, Pompeo expandió la doctrina de Washington: más presión diplomática y más sanciones contra la cúpula cívico-militar que gobierna Venezuela.
«Maduro es un tirano que causó la ruina de su país, la ruina de su gente», afirmó Pompeo en Santiago de Chile. «Juntos estamos trabajando para restaurar la estabilidad y la democracia a partir del caos causado por Maduro», subrayó en Asunción. «Perú ha sentido de primera mano los efectos del desastroso Nicolás Maduro y el dolor que ha provocado al pueblo venezolano», atizó en Lima.
Las realidades de los países visitados por Pompeo le dan buena parte de razón: entre Colombia, Perú y Chile albergan a la mitad de la diáspora venezolana, dos de los cuatro millones que se han fugado del país. El gobierno bolivariano niega lo evidente y, en palabras de Maduro, solo son entre 600.000 y 800.000 los que se han ido del país entre «engaños» y supuestas «campañas mediáticas». Y, además, lo han hecho con 10.000 y 20.000 dólares en sus bolsillos, según el pintoresco cálculo presidencial. El salario mínimo mensual en el país petrolero ronda los cinco dólares.
Más allá del conflicto venezolano, Pompeo llegó a Colombia con cuentas pendientes con su gobierno, su gran aliado regional. Las declaraciones de Trump de los últimos días se acercan más a los primeros pasos de un divorcio que a los requiebros de un romance. A finales de marzo, Trump acusó a Duque de no haber «hecho nada» por Estados Unidos ante el aumento del tráfico de cocaína desde el país cafetero. La semana pasada concretó el reclamo: «El negocio de las drogas ha crecido un 50%» durante la gestión del sucesor de Juan Manuel Santos.
Los dos regaños cayeron como un balde de agua fría en Bogotá pese a que Duque respondió de esa forma tan diplomática y tan colombiana, sin criticar a su aliado. Pero la bofetada de Trump, siempre impredecible, afecta también en el cerco impuesto al gobierno bolivariano, donde según los estadounidenses tampoco se han producido grandes avances.
«El tono utilizado en las declaraciones que hace Trump no contribuye al buen clima que se necesita, hacen daño, afectan la sensibilidad de los colombianos y no son necesarias porque el presidente de los colombianos conoce bien los inmensos esfuerzos que deben hacerse dentro del marco de la responsabilidad compartida con Estados Unidos», declaró ayer el canciller Carlos Holmes Trujillo al diario El Tiempo, de Bogotá. Duque y Pompeo se vieron las caras directamente, y además contaron con la presencia de Julio Borges, expresidente del Parlamento venezolano, y Humberto Calderón Berti, representante de Juan Guaidó en Colombia.