Svetlana Alexievich ganó el premio Nobel de Literatura 2015

Estocolmo.-La Real Academia de Ciencias de Suecia premió a la periodista y escritora bielorrusa de 67 años por «su obra polifónica, un monumento al coraje y al sufrimiento de nuestro tiempo».

Los reportajes de fondo de la periodista Svetlana Alexievich sobre la turbulencia política de Rusia, junto con su estilo literario, la habían convertido en una favorita entre los críticos por muchos años.

La academia nunca ha elegido a un ganador por su trabajo periodístico (Gabriel García Márquez fue periodista antes de escribir sus novelas), pero Maria Schottenius, crítica literaria del diario sueco Dagens Nyheter, recordó en la previa que habían puesto sus ojos en el polaco Ryszard Kapuscinski y posiblemente se lo habrían dado si no hubiese muerto en 2007.

La obra de Alexievich, en la que se destacan sus reportajes literarios sobre Chernobil o sobre mujeres en la II Guerra Mundial, tiene que ver ante todo con la extinta Unión Soviética.

Sin embargo, hay otros trabajos en los que también aborda también la situación actual de su país, Bielorrusia, y de Rusia.

Fin de la utopía soviética

Lo cierto es que Alexievich es una maestra del reportaje literario, género con el que relata con toda su crudeza el fracaso de la utopía soviética.

«El hombre soviético no ha desaparecido. Es una mezcla de cárcel y guardería. No toma decisiones y simplemente está a la espera del reparto. Para esa clase de hombre la libertad es tener veinte clases de embutido para elegir», dijo a Efe al recibir el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes (2013).

A la imagen y semejanza de una arqueóloga, Alexievich se sumerge con la ayuda de cientos de entrevistas en los acontecimientos más traumáticos que han marcado la vida del «homo soviéticus» como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Afganistán, la catástrofe de Chernóbil y la desintegración de la URSS.

Alexievich no se queda anclada en el pasado, sino que documenta de manera muy crítica el derrotero que han tomado desde 1991 países como Rusia, a cuyo presidente, Vladímir Putin, acusa de llevar a su país al medievo con su «culto a la fuerza»

 

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