Montevideo, IP.- Tabaré Vázquez toma posesión del mando presidencial este domingo con el reto de gobernar bajo la larga sombra de un José Mujica tan carismático que ha cambiado la forma de gestionar el poder más allá de las fronteras uruguayas y latinoamericanas, dejando huérfano a un país que ahora observará desde su ‘chacra’ de Montevideo.Vázquez, del izquierdista Frente Nacional (FA), volverá a la Jefatura del Estado, que ya ocupó entre los años 2005 y 2010, tras imponerse con el 53 por ciento de los votos al líder del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, en las elecciones presidenciales celebradas el pasado 30 de noviembre.

Como es habitual, la toma de posesión tiene como escenario el Congreso ante la presencia de los principales líderes latinoamericanos, entre los que destaca el presidente cubano, Raúl Castro, que empieza a moverse con mayor libertad por la región tras el anuncio de la normalización de las relaciones con Estados Unidos.

Aunque el protagonista de cualquier investidura presidencial es el nuevo gobernante, esta vez, la ceremonia hará las veces de despedida oficial de Mujica, a quien todos sus colegas regionales consideran un referente latinoamericano.

«Lo consideramos un amigo y un padre a nivel político y personal, un luchador social», ha dicho el presidente boliviano, Evo Morales, en uno de los últimos actos oficiales de Mujica al frente del Gobierno uruguayo.

Así, muchos analistas políticos auguran un futuro prometedor para Mujica en las altas esferas regionales. Su figura podría servir, por ejemplo, para abrir las puertas de una Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) anclada en los pilares bolivarianos.

Cosas pendientes

El nuevo Gobierno deberá resolver una serie de temas pendientes que heredará de la administración Mujica y que supondrán un reto personal, sobre todo para Vázquez, al tratarse de cuestiones espinosas que enfrentan sus opiniones personales con las del oficialismo.

El principal reto será implementar la ley de producción y comercialización de marihuana, uno de los buques insignia del Gobierno de Mujica que, no obstante, ha cosechado críticas tanto desde el FA como desde la oposición por sus importantes lagunas.

Por delante queda también la acogida de cinco presos procedentes de la cárcel que Estados Unidos posee en la bahía de Guantánamo (Cuba), una «obligación humanitaria» que empujará a Vázquez a improvisar una política oficial sobre refugiados.

Otra de las tareas pendientes es, sin duda, la recomposición de las relaciones con Argentina. La batalla legal por la fábrica de papel sobre el río Uruguay y las desafortunadas declaraciones de Mujica sobre el matrimonio Kirchner -a los que se refirió como «la vieja y el tuerto»- han dinamitado los vínculos bilaterales.

El próximo Ejecutivo tendrá que esforzarse para reconstruir los puentes con Argentina, si desea mantener a un ritmo del seis por ciento anual el crecimiento económico uruguayo, ya que Buenos Aires es clave para el desarrollo de Montevideo.

Agenda propia

Vázquez aspira, no obstante, a implementar una agenda propia alejada de los encargos de la anterior gestión. Durante la campaña electoral apuntó a la reforma del sistema fiscal, la inseguridad ciudadana y la calidad de la educación.

Entre las preocupaciones de los uruguayos destaca la elevada carga fiscal, que el FA ha utilizado estos años para financiar los programas sociales con los que ha reducido la pobreza al 11 por ciento, pero que ya empieza a asfixiar a la clase media.

La seguridad es otro de los grandes temas. A pesar de que Uruguay es uno de los países más seguros de América Latina, comienza a preocupar la delincuencia común, especialmente entre jóvenes, lo que llevó a los uruguayos a votar en referéndum sobre la rebaja de la edad penal desde los 18 hasta los 16 años, aunque fue rechazada.

La educación será otro de los ejes del nuevo Gobierno. «Educación, educación, educación y otra vez educación», dijo Mujica en un discurso, haciéndose eco de la inquietud entre los expertos por el desplome del nivel de preparación de los jóvenes en la última década.

Un nuevo Uruguay

En este segundo mandato, Vázquez confía en recoger los frutos que el FA ha sembrado desde su llegada al poder, en 2005, para transformar a la nación austral, convirtiéndola en uno de los destinos más atractivos de la región.

En estos diez años Uruguay ha dado la batalla contra la miseria que antes colmaba sus calles, incluidas las del Gran Montevideo. «¿Quién podría pensar hace una década que en el cierre de campaña hemos elegido hablar de convivencia si entonces estábamos sumergidos en el hambre?», dijo Vázquez en su último acto electoral.

Uruguay se ha erigido como un oasis en medio de los graves problemas -como el crimen organizado- y los escándalos políticos -especialmente de corrupción- llamando así la atención de inversores, turistas e incluso de extranjeros que buscan un nuevo lugar de residencia.

No obstante, el nuevo presidente sabe que «hoy los desafíos son mayores» y por ello ha prometido gobernar con la mano tendida a la oposición y a todos los uruguayos. «No queremos que nos sigan, queremos que nos guíen. Si vamos mal, queremos que nos ayuden a corregir el rumbo. No nos dejen solos», dijo la noche electoral. (Fuente: lainformacion.com)

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