Arnaldo Casco Villalba, Director general de Investigación Lingüística de la Secretaría de Políticas Lingüísticas
Para la cultura guaraní la palabra (el lenguaje humano) lo es todo. Los estudiosos definen a los guaraníes como la «civilización de la palabra». Muy especialmente para los mbya, la palabra no se diferencia del alma humana, sino que juntas forman una misma esencia (palabra-alma), que es la que se encarna cuando un ser humano nace. Por eso, la idea de resucitar, en mbya, se dice «eepy», que literalmente significa «rescatar el decir», esto es, la vida vuelve, si vuelve la palabra.
Esta cultura guaraní, sabia, espiritual, profunda, que valora y respeta la naturaleza, con la que vive y convive en plena armonía, es la que ha sido vehiculizada desde hace miles de años a través de la lengua, la rica, armoniosa, profunda y sabia lengua guaraní que nuestros ancestros nos han heredado a través de la transmisión de generación en generación.
Por todo esto y por varias otras razones más –que trataré de resumirlas en las siguientes líneas– el idioma guaraní debe ser siempre un motivo de orgullo para todos los paraguayos.
Tras la llegada de los conquistadores españoles en tierras americanas, hace más de 500 años, la provincia del Paraguay fue el único caso donde «la lengua de los vencidos se convirtió en la lengua de los vencedores», como graficara alguna vez la situación en esta frase el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Es decir, para la evangelización y gobierno de la población nativa –y mestiza posteriormente–, los españoles tuvieron que aprender el guaraní; esto por la resistencia de los nativos a aprender el español, y con justa razón, atendiendo lo que ya mencioné en el primer párrafo: para los guaraníes perder la lengua es perder el alma.
El rol protagónico de las mujeres indígenas en el proceso de crianza de los hijos que tuvieron con los españoles jugó un papel fundamental para la conservación del guaraní en esos primeros años de mestizaje durante la Colonia. Fue tal la vitalidad del guaraní en aquellos tiempos, que se convirtió en la lengua de uso normal en los ámbitos formales e informales, tanto en la oralidad como en la escritura.
Es sabido que, tras nuestra Independencia patria –por razones que no ameritan desarrollar a profundidad en este espacio–, algunos periodos de gobierno y partes de la sociedad se encargaron de instalar campañas de discriminación y de exclusión hacia la lengua guaraní. Sin embargo, estos hechos –aunque dejaron secuelas que siguen perdurando hasta hoy– nunca lograron su objetivo, que era eliminar para siempre el idioma.
Fueron cuantiosos los defensores y promotores de la lengua, que cultivaron su uso y difusión en distintos ámbitos. El guaraní unió a nuestro pueblo en situaciones extremas, tales como las dos guerras internacionales que enfrentó el Paraguay (la guerra contra la Triple Alianza y la guerra del Chaco, respectivamente).
En Paraguay el guaraní nunca dejó de ser la lengua popular, la lengua de las conversaciones corrientes, afectivas, aquellas que nos unen con nuestra gente. Es el idioma que nos conecta con nuestra forma de ser, con nuestras costumbres y tradiciones, con nuestra historia.
El guaraní nos hace únicos a los paraguayos, nos acerca, nos cohesiona, nos identifica y nos diferencia del resto del mundo. Muchos compatriotas aprendieron a hablar la lengua estando fuera del país, porque entendieron que el elemento más importante que nos conecta con nuestras raíces, sin importar la distancia, es el guaraní.
Esta lengua es admirada y estudiada por miles de personas en el mundo entero. El extranjero se queda maravillado cuando escucha a alguien hablar guaraní, porque es un idioma musical, expresivo, dulce, posee una entonación particular que gusta al oído.
En este mundo globalizado en que nos toca vivir, no podemos soslayar la importancia de aprender otra u otras lenguas, ya sean nacionales o extranjeras, porque manejar un nuevo idioma, aparte de conocer nuevas culturas, nos otorga múltiples oportunidades. No obstante, si hay algo que no podemos permitir como sociedad es que esto se dé en detrimento de nuestra mayor herencia cultural, que es la lengua guaraní.