Asunción, Agencia IP.- La mujer paraguaya, al igual que el varón, mostró su gran valor durante la Guerra del Chaco. Fue artífice de la paz, cuyo pacto entre Paraguay y Bolivia, se suscribió un 12 de junio de 1935.
A casi 90 años de ese paso que abrió una nueva era entre las relaciones de ambos países, es propicio destacar que las mujeres no tuvieron un rol pasivo, sino que debieron ser en sus hogares, padres y madres para sus hijos, en ausencia del compañero.
«Se alistaron como enfermeras y acudieron al campo de batalla a trabajar en los hospitales; inclusive algunas demostraron su valor como soldados en el frente de guerra. Otras organizaron y dirigieron comisiones; trabajaron en los talleres y en las fábricas e intervinieron como Madrinas de Guerra», destaca la historiadora Mary Monte de López Moreira.
Ana Montserrat Barreto Valinotti en su libro «Voces de la Mujer en la Historia Paraguaya» subraya el rol de las mujeres en las juntas de aprovisionamiento del campo, en la producción y cosecha en las chacras y pone especial énfasis en mujeres voluntarias que cumplieron diferentes labores de enfermeras e incluso como donantes de sangre. Ana publicó en dicho libro, breves biografías de estas heroínas, entre ellas, Erótida Insaurralde, Alfreda Palacios de Coronel, Froilana Mereles, María Victoria Candia, Georgina Dávalos, María Elena Montero y Arminda Veia Franco.
Beatriz Mernes de Prieto dirigió en Asunción el Secretariado de Niñas, ya que las mujeres suplieron en las oficinas a los hombres que fueron al frente de batalla. Estudiaban dactilografía, taquigrafía y redacción comercial. Doña Rafaela Machaín de Guanes estuvo al frente de la Comisión Pro Patria que recaudaba fondos para los soldados. Así también, las Damas Católicas realizaban a diario actividades para el apoyo logístico de los soldados.
Las Enfermeras Sanitarias y la Brigada de Enfermeras, fueron al Chaco a curar a los heridos. Sufrieron privaciones y salvaron vidas. Las anónimas heroínas, presenciaron escenas de dolor y vivieron situaciones extremas de impotencia cuando ya sus fuerzas humanas eran insuficientes para recuperar a los heridos y lisiados.
Manuela Villalba, la soldado que fingió ser varón
Las historias protagonizadas por mujeres en la Guerra del Chaco, superan la imaginación de los guionistas de grandes películas de heroínas. Luis Verón las recogió en diversas publicaciones. Ellas desafiaron las leyes marciales y se hicieron pasar por varones, pues estaba prohibido que una mujer sea soldado en esa época.
Manuela Villalba, de Tavapy, hoy San Roque González, Paraguarí, desoyó los consejos de quienes querían persuadirla de no acompañar a su hermano, Juan Villalba de 18 años, a la guerra. No estaba dispuesta a perderlo y dejarlo solo en esos áridos territorios de lucha sangrienta. A sus 17 años, vistió el verde olivo, se cortó su larga caballera y simuló ser un varón. Se enroló en el RI2 Ytororo el 17 de agosto de 1932. Combatió, al lado de su hermano, con bravura de leona en Boquerón, Castillo, Yucra, Arce, Alihuata, Saavedra, Gondra y Nanawa.
En 1933 le llegó una carta a «Manuel» Villalba. Era su madre que reclamaba su presencia, postrada de dolor físico y emocional. Manuela no estaba dispuesta a dejar a su hermano e intentó llevárselo. Pero fueron descubiertos y presentados como desertores ante el Comandante Luis Irrazabal.
La corte marcial ordenó el fusilamiento. Allí, Manuela confesó ser mujer y pidió que la fusilasen sola a ella como culpable de la deserción de su hermano. El coronel Irrazabal llamó al Dr. Silvio Lofruscio, médico de la V División que inspeccionó a la joven, constatando efectivamente que se trataba de Manuela y no Manuel como se hacía llamar.
El duro coronel Luis Irrazabal se conmovió y no sólo desistió del fusilamiento sino que ascendió a ambos hermanos al grado superior. Les concedió permiso para ver a su madre, con el compromiso de reintegrarse cuando se cumpla el plazo de la licencia.
Soldado y enfermera de la Guerra del Chaco
Justiniana Martínez, de San Miguel Misiones, no quería separarse de su marido Juan de la Cruz Mencia que fue alistado. Tenía 19 años. Se había casado siendo casi una niña y no concebía la vida sin Juan de la Cruz. Se rapó la cabeza y para acompañar a su esposo se hizo llamar varón.
De San Juan Bautista pasaron a Coronel Bogado, y de allí a Campo Grande, Asunción, para luego marchar al Chaco. Peleó al lado de su marido que fue alcanzado por el fuego enemigo.
Luego de que este muriese, se presentó como enfermera y brindo todas sus fuerzas a salvar vidas en el remoto Chaco. Justiniana celebró 100 años el 1 de diciembre del 2013. En su lúcida mente seguía recordando su combate en el frente. Al término de la Guerra, la viuda volvió a su pueblo natal, San Miguel, donde años después conoció a Eligio Mereles que le pidió matrimonio. Tuvieron dos hijos. Lucila, y Juan, en homenaje a su primer marido, soldado, héroe del Chaco.
La villetana que murió en el frente
El marido de Eduvigis Figueredo, villetana, era ya un hombre maduro cuando fue alistado, junto a sus hijos varones. Ella tenía 45 años cuando acompañó a su esposo e hijos en el frente de la Guerra del Chaco.
Se desempeñó como enfermera y se mantuvo cerca de ellos, dispuesta a atender a los numerosos heridos. En el año 1933, no resistió las duras condiciones, enfermó y falleció. Fue la primera mujer en morir en el frente, al servicio del ejército. Había nacido en Villeta el 04 de noviembre de 1887.
Pastora, heroína legendaria
Pastora Concepción de Céspedes nació en Yabebyry, Misiones, un 8 de diciembre de 1901, Decidió acompañar a su único hijo Francisco Arsenio Céspedes quién fue muerto en el campo de batalla en marzo de 1933. Ella, solicitó permiso para dar sepultura al joven soldado en el Fortín Núñez, hoy General Díaz. Levantó un rancho allí cerca. La encontraron muerta el 10 de mayo de 1959, abrazada a la cruz de su hijo Francisco. En el año 2021, los ciudadanos Fulvio Llano y Elsa Jara, lograron llevar los restos de Pastora y su hijo a su natal Yabebyry.